5 secretos que te ayudarán a escribir un buen artículo (como éste)
Si eres de los que entran en pánico cuando te toca escribir un texto experto acerca de algo, aquí los consejos (de este escritor) para que salgas bien librado.
Hay personas que no paran de hablar… hasta que los ponen a hablar en público. Ahí se paralizan, balbucean y en general, adoptan un tono que garantiza el aburrimiento total de su auditorio. Eso se convierte en un círculo vicioso: el público se aburre, el hablante lo nota y se pone más inseguro, el público se aburre más o, peor aún, comienza a sentir pena ajena, el hablante siente esa conmiseración, y ni para qué seguir.
Otro tipo de personas somos justo el caso contrario: normalmente siento que aburro a mi interlocutor cuando hablo si estoy solo con una persona; pero si me ponen un auditorio enfrente, puedo hablar literalmente por horas, y mi público no se aburre, al contrario, va a aprender cosas y se lo va a pasar bien. Me bajo del escenario y vuelvo a ser el mismo tipo que no sabe nunca de qué hablar.
Ignoro por qué pasa eso, pero mi facilidad para hablar en público se ha vuelto una fuente de ingresos, mientras que mi dificultad para hablar en privado me mantiene con pocos amigos. Una cosa por otra, supongo.
Sé que este artículo va sobre cómo escribir un buen ensayo, y no sobre cómo hablar en público, pero empecé por ahí porque ambas cosas están muy conectadas, como veremos enseguida:
1. Si no lo puedes hablar, no lo puedes escribir
Hay autores que pueden escribir sin saber de qué hablar, pero son la excepción y el resultado casi siempre es un texto que da muchos rodeos, no llega a ningún punto y que sólo se salva si el autor es muy talentoso para cautivar a los lectores simplemente por poner magistralmente una frase junto a otra durante párrafos enteros. Lo recomendable (si no eres esa clase de autores) es no proceder de esa manera, sino saber muy bien de qué vas a hablar… o a escribir.
Es decir, dominar el tema. A veces ya lo tienes perfectamente claro porque a eso te dedicas todos los días y podrías ponerte a dar clases sobre tu materia. Ese es el estado ideal. Pero en muchas ocasiones hay que investigar. Así que investiga con seriedad y no escribas una sola palabra hasta que no seas capaz de dar una clase sobre ese tópico.
Cuando domines el tema, tu única pregunta en realidad será: por dónde empezar. Y es una pregunta seria. Pero una vez que eso queda resuelto, normalmente la idea se desenvuelve como el hilo de una madeja. Pero antes…
2. Pon el título
No importa que luego lo cambies. Redacta una cabeza que te provoque ganas de leer el artículo completo. Aquí mi primer título fue “Los secretos de la disertación” que no era el mejor posible, pero al menos decía más o menos de que se iba a tratar. A medio texto, conforme se me iban aclarando las ideas, lo titulé “Los secretos para escribir un buen artículo”. En estos momentos no sé si ese fue el título que quedó al final. Además, un buen título hace toda la diferencia entre tener lectores en internet o no tenerlos. Ahora sí…
3. Por dónde empezar
El consejo siempre es: comienza por algo que asombre o por algo que conecte. Por ejemplo, aquí comencé con las personas que no paran de hablar. Todos conocemos a alguien así, o quizás seas una de esas personas. La parte medio asombrosa la dejé para el segundo párrafo: fue mi propio ejemplo que me parece, incluso a mí mismo, un poco inexplicable y contradictorio. No sé por qué puedo hablar durante horas de los temas que domino bien frente a un auditorio, porque en la conversación no fluyo de esa manera. Ni idea.
Si esa estrategia no funciona: plantea una imagen precisa. Aquí pude describir a alguien de la vida real, que normalmente hable por los codos, pero en un mal momento de pánico escénico. No lo hice porque hubiera sido sacar ventaja de la persona en cuestión.
¿Otra manera de iniciar? Plantea una pregunta, o una incógnita que provoque leer párrafos enteros para llegar a la respuesta. Pude iniciar con algo como: “Las personas que mejor escriben tienen secretos para hacerlo. ¿Cuáles son esas técnicas? Aquí se las voy a revelar”. Si no lo hice fue porque escribir involucra decidir entre muchos caminos, y no elegí ese…
4. Elige el camino más eficiente
Escribir es un trabajo de tomar decisiones. Eso no significa que el escritor sea necesariamente una persona decidida. Todo lo contrario. Normalmente es una persona titubeante. Decide irse por un camino, avanza algunos párrafos, y se da cuenta que ese no es el mejor trayecto. Entonces intenta otra vía. Luego otra. Sigue el “método del perro”, pues. Así hasta que siente que ha dado con el camino correcto.
Claro, los lectores no se dan cuenta de eso porque sólo leerán el resultado final, no los titubeos. La experiencia de la lectura siempre genera esa falsa impresión de la contundencia. Parece que el autor sabía desde el inicio la ruta a seguir y la recorrió sin siquiera frenar en las curvas. Sí, la idea es hacer creer que así fue. La realidad es que escribimos y borramos, y escribimos, y borramos, y corregimos, y borramos, y escribimos, y corregimos, muchísimas veces.
5. No escribas pensando que escribes, sino pensando que hablas
Las personas que no están familiarizadas con la escritura, cuando al fin se arman de valor para escribir, piensan que los va a leer la posteridad. Entonces adoptan un tono engolado y solemne que no se parece en nada al habla humana. En realidad, la buena escritura es más como una imitación del habla, porque de ahí viene, pero perfeccionada. Es como nos gustaría hablar si tuviéramos la facultad de “editar” y corregir nuestro parloteo. No sería lindo expresarnos con la aridez de un informe o la solemnidad de un texto académico. Queremos hablar como seres vivos que evolucionamos para articular palabras. La escritura es el punto máximo de ese privilegio de nuestra inteligencia.
Entonces, escribe no como si te fueran a leer los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino como si te fueran a leer tus amigos en el Facebook, los de verdad, los que sí sientes bonito cuando te ponen un “me gusta”.
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Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo en El Contribuyente, y Goula. También es director de Etla, despacho de narrativa estratégica.
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