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3 ejemplos de cuándo una narrativa representa muchísimo más dinero

Hay ocasiones en que la historia que acompaña a una venta, a un producto, a una divisa, o a un concepto empresarial, o a una idea, es todo lo que sostiene su altísimo valor.



25 noviembre, 2020

Dinero llama dinero. Pero no se mueve por sí solo y, si no se mueve, no se multiplica. Hay maneras tradicionales, seguras, de hacer crecer el dinero: inversiones de renta fija que acrecientan el capital pausadamente. Otras maneras prometen mayores ganancias, pero involucran más riesgo. La pérdida o ganancia dependen del comportamiento financiero per sé de los negocios en los que se deposite el capital. Si las ventas van bien, el dinero aumenta, si van mal, el dinero puede perderse. Pero hay otro tipo de técnicas, que no siguen la lógica tradicional contable, sino que provienen de la especulación.

Puede decirse que no hay especulación sin una narrativa detrás. Al final de cuentas, se trata de modificar la percepción de valor hacia algo. Ésta es siempre subjetiva y el valor económico que representa es, como veremos, directamente proporcional a la solidez del relato.

1. La receta de los venture capitalists

Un reciente artículo de la revista The New Yorker relata cómo los inversionistas de riesgo (venture capitalists, o VCs) han encontrado que la mejor manera de incrementar sus ganancias sigue una receta: inflar el valor de las startups que financian a niveles que los competidores no pueden sostener. En el camino pueden perder miles de millones de dólares en emprendimientos que no están a la altura de sus apuestas, pero basta conquistar un mercado a fuerza bruta de dinero inyectado, para que la inversión, a la larga, se haga inmensamente más redituable.

Para ejemplificar eso, usan el caso de WeWork, la empresa de renta de espacios de trabajo colaborativo, o coworking. Gracias al magnetismo de su fundador, Adam Neumann, en la década pasada dominó en su sector de mercado a punta de obtener financiamientos multimillonarios. Los inversionistas en realidad no le pedían mucho a este emprendedor, pero quedaban hipnotizados por su visión de negocios. Eso era suficiente para darle decenas de millones de dólares que respaldaran su idea.

Una vez que un VC metía su apuesta en WeWork, el resto del gremio lo seguía, retirando el apoyo a startups con una base de negocios más sólida y realista. ¿Podemos pensar que estaban todos tontos? No realmente. Una vez que la apuesta está en marcha es más rentable apostar a la startup que va a dominar el mercado, incluso aunque por años pierda dinero. ¿Cómo saber cuál iba a dominar? En un entorno tan competido, la narrativa triunfalista de Neumann fue la que acaparó todo.

Hay que decir que WeWork, a la fecha, nunca ha generado ganancias por concepto de la renta de espacios de oficina. Al contrario, ha perdido dinero a manos llenas. Por años fue administrada de manera irresponsable y una serie de escándalos sexuales y de drogas en su cúpula directiva (con Neumann involucrado), golpeó fuertemente su reputación. Por si fuera poco, la pandemia de COVID-21 hizo insostenible a la empresa a escala global.

Desde hace un año, por esos motivos, echaron a su fundador. En abril pasado, la revista Bloomberg reportó que la fortuna de Neumann se había reducido a alrededor de “sólo” 450 millones de dólares. Sigue siendo muchísimo dinero, pero la perspectiva cambia cuando se informa que perdió el 97% de sus riquezas. En algún momento llegó a tener más de 14 mil millones. Ya no será más un billionaire.

Ahora WeWork lo dirige Sandeep Mathrani, un experto inmobiliario que considera que el próximo año hará por primera vez rentable a la compañía. A pesar de todos esos vaivenes multimillonarios, el citado artículo de la revista The New Yorker concluye así: “no importa qué ocurra, los VCs siempre terminan ricos”.

2. La infinita burbuja del bitcoin

Las gráficas no mienten. Incluso se parece al crecimiento exponencial de la pandemia de COVID, pero en vez de contagios, indica el valor del bitcoin. Hace pocos días, se reportó que, por primera vez desde 2017 la criptomoneda se acerca a la barrera de los 20 mil dólares por unidad. Para darnos una idea, el 14 de marzo de este año tocó su punto más bajo en los últimos meses. Ese día, el bitcoin valía arriba de los 5.1 mil dólares. En sólo ocho meses, su valor se ha casi cuadruplicado.

Detrás de esta divisa virtual, hay toda una explicación que involucra el sistema blockchain, que supuestamente respalda su valía. Pero al final esa no es la razón de su reciente despegue, sino la especulación de los mercados. A mayor demanda de la moneda, el precio se incrementa. La pregunta es: ¿en dónde está el límite? Por ahora parece que seguirá creciendo, pues por primera vez, dicen los analistas, los inversionistas más maduros y las corporaciones son las que están invirtiendo, al comenzar a tomar en serio el valor de la criptomoneda. He ahí la narrativa: la moneda que antes era vista con desdén ya ha alcanzado su madurez (si es que hay tal cosa en términos monetarios) y ahora es bien visto utilizarla. Por otra parte, advierten: su valor en este momento es por su escasez, así que tampoco hay que confiarse demasiado.

3. El absurdo valor del arte

Banksy es un artista urbano. Nadie sabe a ciencia cierta quién es, aunque hay teorías. En octubre de 2018, la casa de subastas Sotheby’s en Londres, ofreció a la puja una pintura suya, “Niña con globo”, enmarcada. El valor inicial estimado era de entre 200 mil y 300 mil libras. Al final fue vendido por poco más de un millón. Sin embargo, al instante en que el martillo decretó un vencedor, se activó un mecanismo interno en el marco: era en realidad una trituradora. El motor comenzó a convertir en delgadas tiras el cuadro recién adquirido. En algún punto, el motor se atascó y no terminó su labor destructora. El comprador, lejos de enfadarse, no podía estar más feliz: con ese acto destructivo, la obra que adquirió casi duplicó su valor pocos segundos. En declaraciones a los medios, Banksy, quien declaró que en realidad quería destruir su obra para arruinar la subasta, lamentó que el mercado del arte se comporte así y que un acto destructivo en realidad haga aún más valiosa una obra.

Resulta sospechoso que alguien tan consciente como él no haya previsto que ese acto inflaría el valor del objeto en tanto coleccionable. Sobre todo porque el arte conceptual no se valúa en la belleza de la obra, sino en la codicia que despierta en otros coleccionistas. Al destruir su cuadro, lo volvió un acontecimiento histórico mucho más valorado.

Lo mismo podemos decir del famoso plátano pegado con cinta en la pared en la feria Art Basel, en Miami a fines del año pasado. Era un plátano, sin más ni más, como los que se compran en el super. Se iba a podrir igual. La cinta tampoco tenía nada de especial. Pero el hecho de que estuviera firmado por el artista italiano Maurizio Cattelan elevaba su precio a 120 mil dólares. Y lo vendieron. No tanto el plátano en sí, sino el certificado de la idea, y no a una, sino a tres coleccionistas. En el transcurso de la feria, se elevó su precio a 150 mil dólares. A los pocos días de exhibida la banana, llegó David Datuna, otro artista conceptual, que arrancó la banana de la pared, y se la comió enfrente de todos, para espanto, o deleite, del mundo. Sin pagarla. Al comerse el plátano, no destruía la obra, que de hecho, consistía en reemplazar la banana y la cinta cada tanto tiempo. De hecho, sin más trámite, la galería agarró otro plátano y lo pegó en la pared en cuanto se calmaron los ánimos. ¿Qué pagaron las tres personas que compraron ese plátano? Una narrativa.

 

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Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo en El Contribuyente, y Goula. También es director de Etla, despacho de narrativa estratégica.





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