Aunque nos guste trabajar bajo presión, debes recordar que el estrés es el enemigo de la eficiencia, y aquí te ofrezco 4 pasos para tenerlo a raya.
Es lunes en la mañana, después de un fin de semana de descanso llegas a darlo todo. La mañana ha empezado bien, te levantaste a tiempo, no te tocó tanto tráfico y hasta te dio tiempo de convivir unos momentos antes de la entrada con tus compañeros en las pláticas de café. Te diriges a tu estación de trabajo y comienzas a revisar tu lista maestra. Conforme vas avanzando tienes una desagradable llamada, tal vez con un prospecto reacio al cambio, un cliente que se niega a pagar, un roce entre compañeros, lo que sea: tu mañana o tu día ya quedó arruinado y te empiezas a estresar.
En la columna de la semana pasada hablamos acerca de que el camino más saludable a seguir es la aceptación. Sí, claro, como palabras suenan muy bonitas, pero ¿qué pasa cuando por más que quiera no lo puedo llevar a cabo? Si eres como yo, seguro habrás leído diferentes libros, probado técnicas, asistido a seminarios, todo para ser el mejor, pero a veces, tanto conocimiento sin aplicarse o no aplicado de manera correcta termina siendo contraproducente.
Por eso, hoy quiero compartirte cuatro consejos prácticos que me han salvado en momentos difíciles en las ventas y más ahora en tiempos de contingencia. Mencioné la semana pasada la ecuación básica de la preocupación la cual nos describe un proceso negativo de la preocupación creciente.
Adam Phillips, psicoterapeuta y ensayista descrito en The New Yorker como “el escritor psicoanalítico más importante de Gran Bretaña”, nos dice: “Así como la preocupación nos puede perjudicar, también puede actuar a favor nuestro, como una auto-preparación. Sin pánico escénico, no hay actuación”.
Básicamente, tenemos que invertir la ecuación básica de la preocupación, esto es:
Menos vulnerabilidad + más poder = menos preocupación
Cuando disminuyas tu sensación de impotencia, aumentarás tu poder para percibir el problema con mayor claridad. Al hacerlo, descubrirás las acciones positivas que necesitas efectuar con el fin de mejorar la situación, resolver el problema y rápidamente disminuir la preocupación que estaba interfiriendo con tu capacidad de funcionar correctamente. La vía más eficiente para lograrlo, es aplicar estos cuatro pasos:
1. ¡Detente!
Tomemos el primer ejemplo con el que iniciamos la columna. Tienes una desagradable llamada con un prospecto reacio al cambio. Tan pronto como empieces a sentir que viene el estrés y sientas esa descarga de ansiedad con mensajes de fracaso que inundan tu mente —“¡Este mes será un fracaso; si todos los leads son así no voy a vender, si no vendo me despedirán”—, te tienes que decir a ti mismo “¡Detente!” Impide esos mensajes antes de que comiences a prestarles atención porque si no lo haces, es altamente probable que tu actitud cambie en las siguientes llamadas y ahuyentes a verdaderos clientes potenciales por tu mala actitud, tu estrés o tu negatividad. “¡Detente!” Repite el mensaje dos veces más “¡Detente!” “¡Detente!”
2. Respira
Respira profundamente durante ocho segundos y luego deja salir el aire lentamente. No se si has notado que cuando te estresas o te enojas tiendes a contener la respiración. Pues bien, así como la palabra “detente” elimina los pensamientos negativos de tu mente, respirar supera esa tendencia a contener la respiración. Concentrarse en la respiración te ayuda a enfocarte en el estrés de una manera diferente.
3. Reflexiona
Cuando interrumpes el patrón de estrés, te das energía mediante la respiración. Ahora puedes concentrarte en el problema real: la causa del estrés. Al reflexionar sobre tu respuesta al estrés, podrás distinguir los diferentes niveles de pensamiento y diferenciar entre respuestas al estrés racional e irracional. Percibirás la situación práctica con más calma y de manera realista y la diferenciarás de aquellos pensamientos influidos por la ansiedad.
4. Elige
Ahora que tu atención se ha centrado en el problema práctico, puedes optar por encontrar soluciones reales. Por ejemplo, después de descansar un momento de esa mala llamada, te sentirás más relajado para la siguiente y podrás conseguir otra cita o cerrar una venta o entender que incluso sin ese prospecto, todavía serás capaz de llegar a tu cuota de ventas del mes.
¿Lo ves ahora? Era un desastre al inicio pero, cambió a ser un problema manejable y encontraste el poder para resolverlo identificando tus opciones.
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