el Contribuyente

6 puntos donde fracasa La Historia de Éxito en los negocios

Mejorar la manera como contamos las historias de negocios empieza desde desde cómo los propios empresarios se ven a sí mismos.
El cuento lo hemos visto un montón de veces. Jóvenes emprendedores que un día se dieron cuenta de una necesidad de mercado desatendida. Acto seguido, decidieron abrir una startup dedicada a resolver esa necesidad. Corte a: su negocio crece a doble dígito año con año: el cielo es el límite.
Se llama La Historia de Éxito y los medios de negocios las publican con avidez. Sólo cambian los nombres de los jóvenes empresarios, la necesidad desatendida y la startup. Hay un problema: esa historia siempre es mentira. Nadie se da cuenta un día de una necesidad y ¡pum! abre un negocio que es exitoso en seguida. Esa secuencia de eventos, si acaso ocurre en ese orden, se da poco a poco, con mucho tiempo de por medio, y con una dosis considerable de prueba y error.
Eso es sólo la muestra. El periodismo de negocios —en México, al menos— ha favorecido una serie de malentendidos que poco ayudan a construir un entorno empresarial saludable.
A fuerza de trabajar en esta fuente durante ya algunos años, he detectado esa y otras narrativas equivocadas que los periodistas y editores repetimos una y otra vez (me incluyo, por supuesto, también he incurrido en ese mismo vicio).
A continuación muestro los cuentos falaces más comunes, y propongo, a su vez, su posible antídoto.

1. El momento eureka:

El momento original fue de Arquímedes. Cuenta la leyenda que mientras se metía en su bañera y miraba cómo subía el nivel del agua mientras se sumergía, comprendió de súbito la razón por la cual los barcos flotaban. Le pareció un hallazgo histórico (de hecho, lo era), de modo que de la emoción salió desnudo a la calle y gritó “¡Eureka! ¡Eureka!”, que en griego significa algo así como “¡lo he descubierto!”. El caso es que, desde entonces (estamos hablando del siglo 3 antes de nuestra era), se llama “momento eureka” al instante mágico de una revelación que hace avanzar la ciencia, la tecnología o los negocios. Hay un problema: rara vez un emprendedor tiene un momento eureka. Lo normal es que haya miles de pequeñas revelaciones a lo largo de mucho tiempo, no una sola de golpe. Y muchos de esos hallazgos en realidad están equivocados y llevan a callejones sin salida.
Antídoto: reconocer que, por más atractivo que sea, el momento eureka es un mito. Una narración de negocios será más enriquecedora, más interesante, si conocemos todos los pasos en falso, las caídas y los titubeos, pues de esos se aprende más que de un súbito momento de inspiración.

2. La decisión mágica:

Después del momento eureka (que ya vimos que no existe, pero en fin), viene otro que tampoco existe: la decisión mágica de abrir un negocio que te hará millonario. A ver. Claro que abrir cualquier negocio implica decisiones. Pero en plural, no en singular. Hacer negocios es constantemente decidir entre muchas alternativas. A veces esas decisiones son acertadas y rinden buenos frutos, a veces son irrelevantes, y a veces llevan al fracaso. Además, de la decisión al hecho, hay mucho trecho.
Antídoto: Más que la decisión en sí, lo importante es narrar cómo se actuó decididamente. Y más importante aún es hallar la brújula (ética, numérica, científica, etc.) que gobierna las muchas decisiones. Es decir: no la decisión en sí, sino el sistema que las sustenta.

3. La juventud emprendedora:

Vivimos en un mundo de cerca de 8 mil millones de personas. Más o menos por cada 20 millones de personas hay un individuo que antes de los 25 años se vuelve multimillonario porque fundó una empresa unicornio. Es algo tan extraordinario que naturalmente se vuelve noticia; pero eso crea un efecto adverso: pareciera que sólo los menores de 25 están llamados al éxito descomunal. En realidad ocurre al revés. Producto de las muchas crisis económicas recientes, la generación millennial es ya la menos emprendedora en un siglo. No sólo eso, las estadísticas más bien muestran que lo normal es emprender exitosamente alrededor de los 45 años.
Antídoto: Ampliar el espectro y destacar que no importa la edad o el éxito, lo importante es emprender cada vez mejor.

4. El cuento del esfuerzo

La fábula repetida tantas veces dice que el empresario llegó a la cúspide del éxito a base de puro trabajo honesto. Si bien es verdad que sin esfuerzo las posibilidades de lograr algo se reducen, también se ha demostrado que el esfuerzo por sí mismo no es una receta para el éxito. En realidad, es la suerte. Es verdad que en este casino salvaje que es la vida uno puede arreglar un poquito los dados a su favor, pero no es el trabajo bruto lo que lo logra. Más bien es la habilidad de saber relacionarse con otras personas, la confianza en uno mismo y tener un compás moral más bien descompuesto: entender que el fin, muchas veces, justifica los medios. Así que trabajo honesto, lo que se dice honesto…
Antídoto: Empresarios que nacieron en buena cuna: mínimo acéptenlo. Nadie les va a quitar sus ganancias si admiten que están ahí gracias a la posición acomodada que les regalaron sus padres. Así podremos distinguir a los verdaderamente épicos que vinieron desde abajo.

5. La falacia de los triunfadores

A fuerza de que los medios y nuestra atención se enfocan en los triunfadores, se crea la falsa idea de que todo el mundo puede triunfar. En realidad, lo cierto es más bien lo contrario: todo el mundo en algún momento va a fracasar sí o sí, incluidos los mal llamados “triunfadores”. Se estudia tan poco el fracaso que pocos sabemos lidiar con él (aunque hay honrosas excepciones, como las FuckUpNights). No sólo el fracaso es la norma humana, sino que es el mejor camino para alcanzar el triunfo.
Antídoto: Hablemos más de los grandes fracasados, esos que después de caer muy bajo salieron adelante, y menos de los suertudos que todavía no prueban lo que es la ruina.

6. El extraño uso de los datos

Ya para acabar, nuestra obsesión irracional por los datos. Porcentajes por aquí, porcentajes por allá. Miles de millones de pesos por acá y por allá, dólares, euros, yuanes. La prensa financiera y de negocios ama apabullar a sus lectores con cifras de todo tipo, gráficas, decimales. Lo que no ama tanto es dimensionar esos datos correctamente. ¿Son relevantes tantas cifras? ¿Alguien que no tenga cerebro de calculadora las entiende? ¿Qué implican esos números realmente? ¿Cómo se obtuvieron? ¿Cómo deben de leerse? No nos extrañe que el presidente diga con total desparpajo que tiene “otros datos” cuando en efecto, la obsesión por soltar cifras no ha hecho sino extraviar nuestra atención en un mar de números.
Antídoto: Un sólo dato bien dimensionado es más potente que diez datos sin contexto.
 

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Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo en Negocios Inteligentes, El Contribuyente y Goula. También es director de Etla, despacho de narrativa estratégica.

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