¿Qué tan cierto es el repunte de 8% por ciento en la popularidad del presidente? ¿Y por qué es así en medio de la pandemia y la peor crisis económica y de inseguridad en décadas?
El día de hoy, primer lunes de mes, aparecieron dos encuestas que abordan de forma muy contradictoria la popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador. Una de ellas, es el promedio mensual elaborado por Consulta Mitofsky de sus encuestas diarias. Este mantiene la tendencia a la baja que, según su medición, ha sido constante desde septiembre del año pasado. Más aún: según ese índice el número de personas que lo rechazan (52%) ya sería mayor, por un pequeño margen, que aquellas que lo aprueban (47.8%).
La otra encuesta, elaborada por el periódico El Financiero, ha acaparado algo más de atención debido a su índole contraintuitiva. Esta medición señala que la tendencia a la baja que llevaba el presidente se ha revertido. En el último mes, la popularidad del mandatario repuntó 8 puntos porcentuales: ahora 68% de las personas encuestadas dicen respaldarlo. La diferencia de 20% entre ambos estudios estadísticos escapa por completo al margen de error. ¿Qué lo explica?
Metodologías hechas para dar resultados incompatibles
No está de más recordar que las encuestas de opinión nunca son un retrato fiel de la realidad. Comparar dos sondeos tampoco sería un ejercicio de objetividad si no se expresa que cada medición tomó parámetros distintos.
La asimetría de los resultados se explica, a groso modo, porque las metodologías son muy diferentes y, de entrada, inciden sobre niveles socioeconómicos y condiciones de vida muy diversas. La encuesta de Mitofsky, publicada en El Economista, tuvo un universo de 45,605 mexicanos mayores de 18 años con dispositivos móviles y acceso a Internet. El cuestionario se aplicó diariamente y el resultado publicado refleja el promedio de las 30 encuestas realizadas durante el mes. La que realizó El Financiero se hizo vía telefónica a 820 mexicanos adultos en dos momentos: el 17-18 y el 24-26 de abril de 2020.
En términos de a qué públicos se aplican estos sondeos, no es lo mismo tener acceso a internet que no tenerlo. Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), publicados en febrero de este año, indican que 8 de cada 10 mexicanos en población urbana (76.6%) tiene acceso a Internet. En cambio, en las zonas rurales es poco menos de la mitad (47.7%). Según el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) la penetración promedio de la telefonía fija en México es de 6 líneas por cada 10 hogares. Sobra decir que el uso de telefonía fija sustituye a los dispositivos móviles en los estratos socioeconómicos en donde no es posible costearlos.
Como apunta a un entorno socioeconómico más amplio, la popularidad del presidente en la encuesta de El Financiero se ha mostrado en promedio 7% por encima de la medición de Mitofsky desde abril de 2019 hasta marzo de 2020. El 20% de diferencia del último mes de cada casa encuestadora parece apuntar, sin embargo, a otra narrativa.
En una columna anterior, mencionábamos que AMLO podría salir fortalecido de esta pandemia. El virus y sus efectos desviaron a su favor la atención mediática y de la opinión pública. Distrajeron la discusión de temas que le eran desfavorables como el descontento feminista, la inseguridad en aumento o el nulo crecimiento de la economía. Para él, el coronavirus ha sido hasta ahora un golpe de suerte. El fracaso de su modelo económico ya no se asociará a la ineptitud de su liderazgo, sino a un evento incontrolable, global, que ha diezmado las economías de todo el mundo. Estirando esa narrativa falaz también pueden justificarse la inseguridad y la violencia machista.
Dos púlpitos para un mismo sermón propagandístico
Hay que advertir la inteligente segmentación en las audiencias que el mismo presidente ha favorecido. Su público más adoctrinado lo sigue escuchando y formando opinión en su conferencia mañanera. Este ejercicio de comunicación —que también sirve como propaganda e imposición personal de su agenda— se ha transmitido de lunes a viernes a las 7 de la mañana desde el inicio de su mandato. Doce horas más tarde, de lunes a domingo, se transmite desde el 28 de febrero el informe diario sobre los avances de la pandemia. Estos los protagoniza normalmente el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.
Un nuevo grupo de audiencia ha sido captado por este informe epidemiológico. Un reciente reporte del periódico El Universal, revisó el número de usuarios por cada video publicado en la plataforma YouTube y encontró que las conferencias de López-Gatell ya triplican la audiencia de las mañaneras de AMLO. Es comprensible por varias razones: 1) la conferencia matutina sucede en un horario menos amigable que el informe diario sobre Covid-19, que es a las 7 de la noche, 2) el tema que aborda es más apremiante para las audiencias, pues quieren saber si están en peligro de contagiarse o no, 3) el carisma y la elocuencia del doctor Gatell son más cercanos que el discurso desgastado, lentísimo y clasista del presidente, 4) que haya más simpatía hacia un subsecretario que al mandatario en una plataforma de Internet no desmiente la hipótesis de que la popularidad del presidente se manifiesta en la ciudadanía que no tiene acceso a los servicios digitales.
Ese informe diario es, en sí mismo, una segunda plataforma de propaganda e imposición de agenda por parte del gobierno federal. También por ahí se transmiten los mensajes que respaldan a la figura presidencial. Si el rating supera a la mañanera no indica necesariamente un abandono de su púlpito mañanero, sino que incluso más personas están escuchando los mensajes claves que lo reivindican en el poder.
Los modelos matemáticos del doctor López-Gatell vaticinan que esta semana será la peor en términos de contagio de la pandemia. Gradualmente, si esos modelos no fallan, irá declinando el número de infectados, si bien seguirán en aumento las defunciones. Si está en lo cierto, podremos salir de la emergencia sanitaria que tiene parada a la economía durante el mes de junio. Si el subsecretario se equivoca, no importa cuándo se decrete el regreso a las calles: la desgracia será palpable en el número exponencial de pacientes que necesiten terapia intensiva, y de las muertes que sobrevendrían por esta causa.
Pero entonces, López Obrador podrá lavarse las manos: fueron los modelos equivocados del doctor, no los suyos… y su popularidad seguirá intacta.
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Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo para Vixin Media y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.