el Contribuyente

Tú eres una persona creativa; aquí se demuestra

La creatividad no es exclusiva de los artistas o los genios, del mismo modo que el futbol no es exclusivo de la primera división, así que lee este texto y reconcíliate con tu talento.

Desde niño ya intuía que cuando me llamaban “creativo” no dependía de mí, sino de quien lo decía. Yo hacía mis dibujos y mi abuela los guardaba en un cajón del mueble del comedor. Los adultos, cuando los miraban, me los festejaban con un halago: “¡Tienes mucha creatividad!”, me decían. Yo me lo creí. Muchos años después volví a ver esos papeles: mis dibujos realmente no eran más que garabatos.

¡Y yo que me creía tan creativo…!

Mi falsa idea acerca de que yo era buen dibujante y muy creativo, tal vez surgió de la condescendencia de mis familiares, que proyectaban en mí lo que ellos hubieran querido ser. Si me hubiera enfocado en ello, tomado cursos, practicado por años, quizá hoy sería un dibujante aceptable. O no: la maestría en el trazo requiere una coordinación motriz muy fina que no poseo. Puedo hoy mismo inscribirme a un curso y recuperar algo de los años perdidos, pero me tomaría décadas de práctica antes de lograr algo medianamente bueno.
Al final nunca me dediqué al dibujo o a la pintura. Como muestra de mi fracaso en esas disciplinas, ahora doy cursos de “escritura creativa” en una universidad. Eso debería acreditarme como experto o por lo menos conocedor del tópico “creatividad”. Algo hay de eso, pero por más que he leído sobre el tema, por más que lo he reflexionado o puesto en práctica, la creatividad me sigue pareciendo inaprehensible.
Me llama la atención su matiz contraintuitivo, por ejemplo: va más allá de donde se detiene el sentido común. Y sé que no soy el único, es una de las habilidades por la que se supone, las empresas pagan más dinero.

Creatividad es una fea palabra

El primer problema con la palabra creatividad es que es imprecisa y de reciente inclusión en el español. Es un extranjerismo que no apareció en el diccionario de la Real Academia sino hasta la década de los noventa. Prefiero, quizá por haber nacido en los setenta, otras palabras afines: inventiva, ingenio, lucidez, talento, sutileza, originalidad, imaginación, innovación, disrupción, que si bien forman parte del carácter creativo, a la vez lo trascienden.
El segundo problema es que pareciera eludir el componente del trabajo, que es la mayor parte de la actividad creativa. Los seres humanos somos muy ocurrentes y tenemos el superpoder de pensar desatinos en todo momento. Uno puede sentirse más o menos creativo por la cantidad y calidad de las ocurrencias que le vienen a la mente; pero es una medida desconfiable. En cambio, llevar a sus últimas consecuencias el talante creativo involucra evolucionar las ocurrencias a ideas, y luego traerlas a la realidad, perfeccionarlas, cincelarlas, estructurarlas, acumularlas, ramificarlas, contenerlas, contrastarlas, pulirlas. Es una cantidad enorme de trabajo…y un poco de suerte.
Modestia aparte, no me siento especialmente creativo, o no más que tú, que me estás leyendo. He conocido a muchas personas con imaginación desbordada que no se dan cuenta de lo que son capaces… y luego ya crecen y dejan la niñez. También he tratado a mucha gente “creativa” que más pareciera que se llaman así porque visten “diferente” y hacen cosas “raras”, y se sienten “geniales”. Les quitas toda esa parafernalia y son tan creativos como un futbolista. Lo que es decir: definitivamente son creativos, porque el futbolista es un ser creativo, tanto como un soldado, un médico y un nini. Que esa creatividad no sea “artística” es otra cosa, pero ahí está, latente.

Cómo despertar la creatividad latente

La creatividad, esa presunta chispa del pensamiento que encuentra soluciones insospechadas, que saca aparentemente de la nada conceptos novedosos, que provoca emociones en quienes se exponen ante un acto de imaginación genuina, es una capacidad humana perfectamente natural, como el habla, o el deseo. Pero por sí sola puede adormecerse si no se practica con disciplina y cierto sentido del perfeccionamiento.
Lo mejor del acto creativo es que no importa su índole, aplica a todo: inventar un platillo, arreglar un desperfecto, resolver un acertijo, escribir un cuento, hacer un meme, componer una canción, bailar como sea, hacer experimentos sexuales (consensuados), decorar tu cuarto, cambiar tu look, pintar un cuadro abstracto, diseñar un coctel, desarrollar una nueva técnica de ligue, una nueva rutina de ejercicios, hacer origami, idear un portafolios de inversión, cantar, concebir una nueva idea millonaria, programar algo divertido, estructurar una defensa legal imbatible, grabar un video, tomar una selfie, dar una clase, inventar un chiste. La serie es interminable.
Cualquiera de esas actividades pueden ser perfeccionadas. En la medida en que nos asumimos creativos y nos sometemos a las leyes implacables de la prueba y el error, el tema de la creatividad deja ser “esa cualidad que distingue a los genios” y se vuelve esa característica que nos hace humanos.
La otra gran ventaja de lo creativo es que es social: esa idea del creador en solitario es irreal. Las ideas surgen mejor entre varias personas, lo difícil será aprender a gestionar la creatividad colectiva, pero ya hablaremos de eso en otra ocasión.
 
 


Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo para Vixin Media y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.
 

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