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¿Qué problema tienen todos con la zona de confort si ahí se está muy bien?



25 febrero, 2019

Uno de los signos más claros de que nuestra civilización está neurótica es que repudiamos la “zona de confort”. La tenemos satanizada. ¿Pero en realidad está tan mal?

El consultor entrevistó a todos los directivos y gerentes de la empresa. Qué es lo que hacían día con día, qué herramientas manejaban, cómo organizaban tal y cual cosa, qué esperaban de sí mismos a mediano plazo. Cosas así. El hombre, impecable en su atuendo y su forma de hablar, exhibía una felicidad de esas que causan sospecha. Cuesta trabajo imaginar ser feliz en sus zapatos (es una expresión; su calzado era muy fino). Cuesta trabajo imaginarlo porque todos los directivos sabían a qué venía el consultor: a cortar cabezas (es otra expresión, ni que la empresa fuera el Cártel de Sinaloa). Si alguien se muestra así de realizado por dejar sin trabajo a la gente es porque, hay que admitirlo, tiene algo de sociópata.

El dictamen del consultor a la mesa directiva fueron literalmente estas palabras: “Casi todos están en su zona de confort”. Luego entonces, él recomendaba cortar estas y otras cabezas de personas con experiencia y conocimiento, pero que habían cometido el pecado de acomodarse en su posición. ¡Muerte (laboral, se entiende) a ellos! Esto permitiría que subieran de posición estos otros jóvenes que en los nuevos puestos de mando podrían llevar a la empresa hacia los nuevos desafíos. Además, habría un ahorro porque estos jóvenes cobrarían significativamente menos que los directores despedidos. Mostró números, métricas, proyecciones. El consultor cobró una buena suma por esos dictámenes.

Es sólo un ejemplo. Si buscas en Google “zona de confort” lo primero que te ofrecen son páginas con consejos para que salgas de ahí (de la zona de confort, no de Google). Como si de una especie de calabozo se tratara, pareciera que te pudres si permaneces confortable. Pero ¿es así realmente?

El término “zona de confort” proviene de la psicología de comportamiento aplicada a la gestión empresarial. Aparentemente se usó por vez primera en la literatura académica en 1991 en el libro de Judith Bardwick “Danger in the Comfort Zone: From Boardroom to Mailroom – How to Break the Entitlement Habit that’s Killing American Business”. Al menos así lo menciona Alasdair A. K. White en su libro “From Comfort Zone to Performance Management”. La expresión forma parte del habla coloquial desde hace ya bastante tiempo y se usa para todo, desde dinámicas de pareja y desarrollo individual, hasta la mercadotecnia y la gestión de empresas y gobiernos. Es una metáfora que señala que las condiciones y el entorno de una persona o de un grupo, generan el nivel mínimo de estrés y ansiedad. Es decir, que la persona o el grupo en esa zona está a gusto. Conforme uno se aleje de esas condiciones y de ese entorno, los niveles de ansiedad y estrés aumentarán. Si el alejamiento es total, es lo que se conoce como “zona de peligro”.

La teoría indica, sin embargo, que entre la zona de confort y la de peligro, hay una franja “óptima” para el desempeño. En ella, se presume, los niveles de estrés y ansiedad son lo bastante altos como para provocar que la persona se esfuerce, pero no tan altos como para que enloquezca. Digamos que es donde la zanahoria está frente al caballo para que camine,.

A eso se le llama “productividad”. Si lo analizamos bien, no necesariamente es algo positivo.

La teoría narrativa de la zona de confort

La perspectiva que da mirar la zona de confort desde cómo se estructuran los relatos indica otro tipo de posibilidades. La mayoría de las historias que valen la pena ser contadas se construye siguiendo el diseño de lo que se conoce como “Camino del héroe”. Es una estructura clásica que podemos ver en casi todas las películas, en muchas novelas, en series de televisión, en casi todos los cuentos de hadas y las leyendas.

Es la trayectoria —el camino, pues— que recorre el personaje principal en su aventura. Frodo en El Señor de los Anillos. Luke Skywalker en La Guerra de las Galaxias. Peter Parker en cualquiera de El Hombre Araña. Todas las princesas de Disney, Homero Simpson en cada capítulo de su serie y el personaje de Cleo en Roma. Ese camino siempre inicia en una zona de confort o estabilidad y termina —si todo sale bien— en otra. Si no sale bien, el personaje muere, o todo se arruina y esa historia nos produce una suerte de horror y hasta cierto punto, rechazo. Nos gusta que la cosa tenga un final feliz, o al menos un final apacible.

Es decir, la zona de confort es el punto de inicio y también el destino final. No habría historia interesante que contar si los personajes permanecieran en esa zona de confort y nunca salieran de ella. Pero también es verdad que todos los esfuerzos, riesgos y peripecias de los personajes ocurren porque algo los sacó de su zona de confort y quieren volver a ella a toda costa. A Frodo no le gustaba nada llevar el anillo a Mordor. Luke Skywalker hubiera preferido que sus tíos no fueran asesinados y nunca haberse topado con Obi Wan Kenobi. Blanca Nieves hubiera preferido no perderse en el bosque y la Sirenita tal vez habría tenido una vida más feliz si nunca se hubiera enamorado.

Obviamente si esas cosas no hubieran ocurrido, no conoceríamos sus historias. A nadie le interesarían las emocionantes aventuras de Peter Parker antes de que una araña radioactiva lo picara. Las historias son interesantes porque los héroes y heroínas viajaron de una zona de confort, de la que fueron expulsados, a otra. Pero eso es lo importante: llegaron a otra zona de confort. Casi todas las princesas vivieron felices para siempre. Luke se convirtió en Jedi y Frodo fue admitido en la idílica tierra de los Elfos.

Volviendo al mundo corporativo: ponerle a los empleados la zanahoria frente a ellos de la zona de confort del futuro y nunca permitirles alcanzarla, no sólo es perverso, es inhumano, sobre todo porque al final los directivos son los que están acomodadísimos en su zona de confort y nadie los saca de ahí. ¿Trabajar toda la vida para tener un retiro feliz? ¿O sea, sabes cuánto dinero te dejará tu afore?

Las empresas no tienen la obligación ni motivo alguno de ofrecer confort a sus empleados, pero al no hacerlo quizá tampoco están permitiendo que se desarrollen como personas completas. Ese desarrollo solamente surge cuando logran ir de una zona de confort a otra… esperando que esa segunda sea algo duradera. Eso las historias de todas las épocas y todas las culturas lo repiten una y otra vez. Es la forma como las personas maduramos. En cambio, satanizar las zonas de confort en aras de la “productividad” es pensar que las personas son caballos y que sólo con zanahorias o fuetazos avanzan… pero no por voluntad propia.

Fomentar, por otro lado, una evolución narrativa real en tus equipos de trabajo traería en cambio más satisfacciones que otra cosa.

Sigue leyendo ahora: Mientras la inteligencia artificial nos supera, tendremos que vivir con sus tonterías.


Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo para Vixin Media y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.





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