Los mecanismos que “tuercen” el pensamiento y lo enfocan en lo contraintuitivo, no sólo son generadores de ideas, sino que funcionan para comunicarnos mejor.
En un artículo anterior se habló de las ventajas del pensamiento contraintuitivo como motor de la innovación. Pero se dio por hecho, como si todo el mundo dominara el tema. Hablar de las ventajas de este tipo de ideación sin explicar cómo producirla, es un poco estéril. Pero ahora me centraré en ello.
Primero es necesario establecer una distinción entre la dos maneras de generar este tipo de ideas contraintuitivas: por medio del método científico, y por el puro ejercicio del pensamiento.
1) Ideas contraintuitivas con método científico
Las primeras son de tipo analítico y metódico: se elige un fenómeno, se le estudia, se le mide, se infieren conclusiones sobre los valores medidos. El proceso se repite con variantes hasta que se establece la lógica que gobierna el patrón que surge de la repetición experimental del fenómeno observado. De ese patrón se derivará un modelo (una ecuación matemática o estadística, una fórmula química, una ley gramatical, etcétera) que servirá para hacer predicciones del comportamiento de ese fenómeno. Si la predicción no se cumple, se descarta el modelo, o se pone en duda, y se sigue estudiando. Cada tanto, el metódico análisis de la ciencia da como resultado modelos que contradicen al sentido común. Por ejemplo, desde que el 14 de marzo de 2013 los científicos del Gran Colisionador de Hadrones anunciaron el descubrimiento del bosón de Higgs, estamos obligados a aceptar que nos movemos, vivimos y somos en un campo cuántico que se llama campo de Higgs y que, sin él, nos desintegraríamos a la velocidad de la luz. Ese campo no lo vemos nunca. Tampoco lo sentimos. Habíamos vivido tan felices sin ocuparnos de él. Pero los resultados son inequívocos: el campo aquí está. Traspasándonos. ¿Es contraintuitivo saber que eso existe? Totalmente.
Los ejemplos en donde la correcta aplicación del método científico da como resultado una idea contraintuitiva son numerosísimos, pero el objetivo de la ciencia no es en modo alguno ofrecer resultados desconcertantes. Su objetivo es estudiar la realidad. Que de vez en cuando algún experimento saque conclusiones correctas que al mismo tiempo son revolucionarias, o incómodas, es parte de la belleza del pensamiento científico, pero es siempre un efecto colateral.
En un entorno de negocios, se debe aplicar el método científico a la solución de problemas complejos. Esto involucra desde el estudio sistemático de los últimos avances en los campos pertinentes al problema a resolver, hasta la realización de experimentos con variables controladas que nos permitan detectar patrones que deriven en modelos predictivos. El método científico es costoso, muy lento y, si no es riguroso, producirá resultados equivocados que pueden parecer correctos (y no queremos eso); pero no aplicarlo es garantía de no innovación y el camino más rápido a la irrelevancia.
Esto vale tanto para la innovación en tecnologías de punta (donde la experimentación científica es inherente), como para la innovación en mercadotecnia (por ejemplo, cada nueva línea de productos debe lanzarse con variables controladas de manera que puedan hacerse predicciones de su comportamiento), como para la innovación en gestión de recursos humanos (toda nueva política debe ser lanzada y medido su impacto para poder establecer mejoras).
2) Ideas contraintuitivas por medio del pensamiento puro
Aquí no es el método científico el que produce ideas desconcertantes y novedosas, sino el entrenamiento continuo en la facultad del pensamiento. Hay un problema de entrada: el cerebro lo llevamos usando desde que nacimos y sí, de vez en cuando nos sorprende con ideas que nos parecen brillantes, pero su desempeño es muy inconstante y engañoso.
Una genialidad puede aparecer de madrugada, pero volvemos a dormirnos y al despertar no recordamos qué era. Las mejores ideas aparecen justo cuando no podemos anotarlas: mientras nos duchamos o vamos manejando en carretera. O nos salen ideas impracticables: de repente nos brota una hermosa melodía, original, digna de Vivaldi… excepto que no sabemos tocar ningún instrumento, mucho menos escribir notación musical, y cuando queremos tarareársela a un amigo músico, no damos el tono. O aparecen por rachas: por una semana, de la nada, somos brillantísimos; después pasan meses en que somos idiotas.
¿Cómo podemos controlar nuestro pensamiento si salta de una idea a otra sin orden aparente, si cuando lo obligamos a estudiar se distrae, si se obsesiona con temas improductivos como los memes del día o sino, de plano, está pensando en sexo?
La respuesta contraintuitiva a este dilema es: ¡se trata de NO controlarlo!
Tenemos una complejísima máquina con unas 86 mil millones de neuronas interconectadas que incesantemente procesan los estímulos que reciben y generan respuesta a ellos. Esa muchedumbre no es muy eficiente en seguir órdenes… a menos que esa orden les fascine. Por ejemplo: no suelen tener problema alguno en seguir el vaivén de un balón durante el tiempo que dura un partido, aunque viéndolo objetivamente debería de ser un acto aburridísimo.
3) Cómo crear ideas desconcertantes
Lo que corresponde es hacer exactamente lo que se hace con lo que no puede controlarse: aprovecharlo racionalmente. Una de las muchas formas de hacerlo es siendo contraintuitivos. Si hay algo que nos fascina es lo inesperado. La razón por la que seguimos el balón en un partido es el sentido de alerta: en cualquier momento cae el gol. Algo semejante ocurre con las ideas desconcertantes: despiertan nuestro sentido de alerta porque no suenan lógicas.
El hecho es que en todo momento estamos produciendo ideas desconcertantes (¡ahora mismo mientras estás leyendo esto!). Las descartamos (también todo el tiempo) para mantener cierta ilusión de cordura. Pero en cuanto esa ilusión se adormece, las ideas desconcertantes fluyen sin recato (como cuando estamos soñando).
El asunto es más bien filtrar menos las ideas estando despiertos. No nos decepcionemos: casi ninguna va a servir. Pero si las filtramos menos, habrá más. Y entre tanta tontería, habrá más con posibilidades de funcionar.
No vas a inventar el hilo negro. Ese ya está creado, sino a encontrarle nuevos usos. Las ideas contraintuitivas se componen siempre de dos partículas: el tema y el enfoque. El tema nunca es contraintuitivo, sino que es siempre algo concreto: un sustantivo o un verbo. El enfoque es el que tiene posibilidades de ser desconcertante.
Ya luego viene el trabajo de hacer real esa idea contraintuitiva: demostrarla, darle forma, darle lógica, pero ya hubo una semilla.
Felipe Soto Viterbo es novelista, editor y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.
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