el Contribuyente

¿Por qué los fundadores de las startups merecen ser reconocidos?

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Foto: Shutterstock

Nuestro columnista Antonio Flores Aldama plantea los motivos por los que es necesaria una cultura de colaboración entre empresarios en México.


Ayer cené con un amigo y también ex socio de Sr. Pago, (la empresa de pagos que creé) y me comentó que había leído un artículo en una revista, en el que el dueño actual (la persona a la que le vendí la empresa por motivos meramente personales) decía que había obtenido una inversión muy grande (4 millones de dólares) por un porcentaje no especificado de la compañía.

Mi amigo me hizo recordar el momento en el que los tres socios tuvimos una llamada, en la que el dueño actual dijo que nos devolvería sus acciones porque si hacíamos un aumento de capital para poder concretar nuestro crecimiento, sus acciones no valdrían nada. Posteriormente llegamos a un acuerdo en el que determinamos que el padre del dueño actual compraría dichas acciones por el mismo precio que él las habría comprado y fondearía alguna parte de la operación de la empresa.

Esta plática también me hizo recordar el momento en el cual yo tuve que vender mi participación en esta empresa por una cantidad muy baja y en condiciones poco claras. El argumento fue que la compañía no tenía dinero y todos tendríamos que aportar capital en función del número de acciones. En ese momento me cuestioné la sobrevivencia del proyecto y decidí tomar la oferta del padre de mi ex socio.

Después de esta reunión llegan a mi mente ciertos planteamientos éticos y morales que quiero compartir con ustedes. En este país, en el que los empresarios más grandes usan prácticas charras para lograr sus “éxitos”, el mundo de las startups , las buenas ideas, la voluntad y la iniciativa se ven como un jugoso pastel. Por eso vale la pena que lancemos al aire ciertas preguntas:

¿Qué es de aquella persona que invirtió sus ahorros en una empresa esperando recibir un “premio” por  su confianza y atrevimiento? Se le debe reconocer y dar las gracias, porque sin ese apoyo tal vez no se hubiera contado con lo necesario para concretar una iniciativa.

¿Qué es de aquella persona que vendió lo que tenía para dedicarse a su proyecto y, por situaciones ajenas, se vio forzado a abandonarlo? Se le debe reconocer, porque por más que no se coincida en ideas y carácter, él fue quien plantó esa semilla que hoy germina.

¿Sería moralmente correcto que el comprador dé las gracias a distancia y le ofrezca un premio a los inversionistas y al fundador de la empresa? ¡Evidentemente! Debemos cambiar nuestra mentalidad y aprender a aprovechar y compartir el bienestar, sobre todo si hubo un plan que no se compartió.

Ojalá las nuevas generaciones intenten crear una cultura de apoyo y colaboración en la que los proyectos crezcan por la calidad moral de los individuos y sus grandes ideas, tal como ocurre en Estados Unidos con todas las empresas de tecnología y los jóvenes empresarios.

El Contribuyente es un medio plural que admite puntos de vista diversos. En tal sentido, la opinión expresada en esta columna es responsabilidad sólo del autor.

*Esta columna se publicó primero en Negocios Inteligentes.


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