Jerusalén y la predecible abstención de México en la Asamblea General de la ONU
Nuestro columnista Enrique Paredes nos habla sobre el comportamiento de México en la Asamblea General cuando existen controversias.
En días pasados, la Asamblea General de la ONU llamó a respetar las resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General, así como a resolver la cuestión de Jerusalén mediante negociaciones (y no declaraciones). El documento no señalaba nombres, pero hacía una clara referencia a la declaración de Trump sobre mudar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén. México se abstuvo.
Olvidemos por un momento el razonamiento de voto de México y a Trump, el villano favorito de la política exterior actual (de gran utilidad para explicarlo todo). La clave para entender y predecir el comportamiento de México en la Asamblea General es la controversia de las resoluciones: si una resolución es controvertida, México tiende a abstenerse; de lo contrario, la apoya. Ése ha sido el patrón por lo menos desde 1994. No me lo inventé, es la conclusión de un estudio que publiqué hace poco en Foro Internacional, la revista arbitrada del Colegio de México. Más rigor académico, difícil. Les dejo dos ejemplos (pero hay más):
Cuando Israel bombardeó Líbano en 2006 hubo (inter alia) dos consecuencias. Por un lado, las bombas destruyeron unos depósitos de petróleo provocando un derrame que afectó a aves y especies marinas (notablemente, a tortugas en peligro de extinción); por otro, los bombardeos causaron un deterioro importante en la situación de derechos humanos en la población. Cada consecuencia provocó una resolución: la que hablaba de las secuelas para los animales pasó sin controversia y México votó a favor; la que hablaba sobre los humanos fue controvertida y el voto fue una abstención.
Un ejemplo más reciente: cuando el ex embajador de México ante la UNESCO, Andrés Roemer, filtró a los medios las instrucciones de votar a favor una resolución controvertida porque se refería a sitios sagrados por su nombre en árabe (léase musulmán) por considerarla desbalanceada, el reclamo de la SRE (en comunicado oficial) fue que el político (no diplomático) había fallado en informar “diligentemente y con acuciosidad del contexto en que ocurrió el proceso de votación”, es decir, que en ese año la resolución sí había causado controversia, a diferencia del año anterior, y Roemer no lo informó. ¿Cuál fue el remedio? Anunciar el deseo de México de cambiar el voto a abstención, como debió haber sido estadísticamente desde el principio.
Creo que la pregunta más interesante no es por qué nos abstuvimos de votar a favor una causa que pareciera justa, sino ésta, que abre todo un debate: ¿por qué nos abstenemos en las controversias?
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