El escritor y periodista Felipe Soto Viterbo nos explica los motivos por los que creemos ciegamente en la marca del genio tecnológico Elon Musk.
Cuatrocientas mil personas han pagado mil dólares cada uno para formarse en una lista de espera. La promesa es que algún día podrán tener el privilegio de pagar al menos otros 34 mil dólares extra por un, totalmente eléctrico, auto Tesla modelo 3. Pero nada: la empresa del inventor Elon Musk les ha quedado mal. Hasta el momento sólo han podido entregar 222 autos… y es que casi están hecho a mano, según The Wall Street Journal.
De hecho, si entras a la página en México, dice cosas que no le perdonarías nunca a tu concesionario de autos de confianza: “Reserva tu Model 3 hoy para recibirlo en un tiempo aproximado de 12 a 18 meses.” ¿Qué? Tal cual: hoy pagas 20 mil pesos y esperas mínimo un año, pero chance y el tiempo se alargue, así que en una de esas los 18 meses se vuelvan 24… porque lo único cierto es que no se sabe.
Musk ha anunciado que será hasta marzo de este año que la planta pueda producir los autos a un ritmo de 2,500 unidades semanales, y hasta junio dice que alcanzará la meta que se había propuesto, para noviembre pasado, de fabricar cinco mil vehículos a la semana.
Obvio, es un auto de lujo y no gasta —literalmente— una gota de combustible. Pero tampoco es el único automóvil de su clase. Tenemos al BMW i3, al Chevrolet Bolt, o al Nissan Leaf que andan más o menos por el mismo precio y, lo mejor, te los entregan de inmediato. Pero lo que tiene Tesla es una narrativa súper potente que le permite darse esos lujos sin que eso les afecte mínimamente. De hecho, a mediados del año pasado el valor de capitalización de Tesla superó al de General Motors. Si cualquiera de esas marcas automotrices tradicionales saliera con la novedad de que no saldrá su modelo al mercado, tendrían serios problemas de reputación y la cotización de sus acciones sufriría enormemente.
Tesla se cuece aparte. De entrada, aunque es una marca de autos, no te vende coches, te vende el futuro. Y el futuro, pues eso: siempre está por venir. Sumemos a ello la figura protagónica de Musk —hay quienes dicen que ya superó al mito del fallecido Steve Jobs, el creador de Apple—, que funciona como una potente ancla. Eso pasa con los grandes líderes empresariales: si por ejemplo Jeff Bezos, el poderosísimo CEO de Amazon, dice que en esta ocasión, como de costumbre, su empresa tuvo pérdidas, los accionistas le aplauden felices. La razón es: le creen. Y no importa las dificultades que la empresa tenga: su visión tiene un valor incalculable y si dicen que las cosas no van bien, pero que al final irán mejor, entonces todo va a ir bien.
Así, si Elon Musk te dice que tu auto del futuro lo vas a esperar 18 meses, o más, le crees. Y le pagas sus 20 mil pesos como prueba de tu confianza, y esperas. Después de todo, es un tipo que cuando no está revolucionando la industria automotriz, está mandando cohetes al espacio con su empresa Space X, o creando un nuevo medio de transporte en túneles de vacío para las ciudades (Hyperloop), o está explorando la manera de conectar la inteligencia artificial a tu cerebro (Neuralink).
¿Y qué es todo eso? Pura narrativa de negocios.
Suscríbete al canal de YouTube de El Contribuyente.