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Lecciones de una amarga negociación con Estados Unidos

La renegociación del Tratado de Libre Comercio en materia azucarera es una muestra de lo que espera a México en la era Trump.




Foto: Shutterstock
4 diciembre, 2017

El caso de las relaciones entre México y Estados Unidos es peculiar. Hemos cambiado patrones de consumo, producción y proveeduría para alinearlas con el consumo, producción, e inversión de Estados Unidos. Y ha sido esta nación la que ha implementado medidas contra la importación de productos mexicanos. Entonces, ¿por qué parece que cedemos a sus necesidades?

La cadena agroindustrial es clave para cada nación. Involucra el procesamiento de materias primas y recursos agrícolas, forestales y pesqueros de un país, y forma parte de su independencia o soberanía en un mundo global. Es decir, si un país no es autosuficiente en alimentos resulta más fácil que otra nación le imponga condiciones, a cambio, claro, de proveerle de aquello que le hace falta.

Aquí te mostramos cómo se negoció la producción y exportación de azúcar de México hacia Estados Unidos y cuatro lecciones que podemos aprender de esa no tan dulce experiencia.

Lección 1. No pongas todos los huevos en la misma canasta

En julio pasado, antes de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) los gobiernos de México y Estados Unidos llegaron a un acuerdo respecto al conflicto del azúcar. El vecino del norte, empoderado por su presidente Donald Trump, acusaba a México de prácticas de dumping (bajar tanto su costo de producción que su precio resulta más bajo que los costos de la competencia) e incluso aplicó aranceles (como sucedió con otros productos, como el atún o el aguacate). Estas medidas afectaron a empresas mexicanas, proveedores y a los empleos relacionados con la industria.

Así, luego de más de dos años de disputas, México disminuyó su cuota de exportación de azúcar refinada a ese país, pero aumentó los envíos de azúcar cruda. Aunque los negociadores mexicanos lo “vendieron” como algo positivo, representa una ventaja para los industriales de Estados Unidos que generan el valor agregado en su territorio. Esto les permite crecer su margen; es decir, ganan más. Nos cambiaron el juego de exportador de producto manufacturado a exportador de materia prima.

El azúcar mexicana entraba “libremente” a Estados Unidos desde el 1 de enero de 2008, sin cuotas ni aranceles en el marco del TLCAN. Pero a partir de 2015 las exportaciones ha estado sujetas a límites de precios y volúmenes, ya que Estados Unidos argumentó en ese momento que el azúcar mexicana está subsidiada y eso afecta a sus industriales.

La presunta falta de cumplimiento de México sería sobre el llamado “acuerdo de suspensión” (firmado a finales de 2014), donde se convino que toda la demanda adicional del edulcorante que tuviera Estados Unidos sería cubierta por México en primer lugar (es decir, tendría preferencia sobre otros proveedores), a través de un cupo y con topes en los precios. Del total de azúcar que México podía lanzar al mercado estadounidense el 53 por

ciento correspondía al producto refinado, y el restante a azúcar cruda. El convenio obligó a los productores mexicanos a vender muy barato (a un mínimo de 0.2357 dólares la libra de azúcar refinada y a 0.2075 dólares el azúcar sin refinar).

El resultado: las exportaciones mexicanas de azúcar a Estados Unidos en la zafra 2015-2016 tuvieron una baja de 14.9 por ciento frente al ciclo previo (sumaron 1,111,000 toneladas, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura). Y Estados Unidos se volvió el comprador de cerca del 86 por ciento de nuestra producción de azúcar destinada

a la exportación. Eso es poner casi todos los huevos en la misma canasta. Y eso no es bueno.

Lección 2. No cedas a las amenazas

El pleito por el azúcar se reavivó porque esta materia prima ha cobrado relevancia para las compañías estadounidenses que lo compran para transformarlo en endulzante líquido. Estas empresas, conocidas como melt houses, licuan el azúcar cruda y, con un proceso muy básico, la convierten en un líquido adecuado para el consumo humano.

Previo al acuerdo final, Wilbur Ross, secretario de comercio de Estados Unidos, amenazó con volver a imponer aranceles a las exportaciones de azúcar mexicana a partir del 5 de junio, en caso de no llegar a algún acuerdo.

El Departamento de Comercio de Estados Unidos hizo una interpretación equivocada, y “casualmente” a su favor, de una cláusula de los llamados “acuerdos de suspensión” (firmados por ambos países a fines del 2014). Según ellos, no se debía exportar, antes del 31 de marzo, el 55 por ciento del estimado de WASDE (estimado mundial de abasto y demanda) de diciembre, un número muy bajo que ponía a México ya en violación de los acuerdos.

La interpretación significaba que México sólo podría exportar en los primeros seis meses del ciclo el 40 por ciento del cupo asignado por Estados Unidos, provocando una concentración de las exportaciones restantes, el 60 por ciento, en el segundo semestre del ciclo.

Ante esto –y debido a que la Secretaría de Economía (SE), encabezada por Ildefonso Guajardo, encargada de la política de comercio exterior, no tenía aún contrapartes en el conflicto para resolver el problema y para evitar sanciones por una posible violación de los “acuerdos de suspensión”– se decidió cancelar los permisos.

Lección 3. Recupera lo perdido

Finalmente, representantes de la Secretaría de Economía, de la industria azucarera mexicana y del Departamento de Comercio de Estados Unidos suscribieron los acuerdos de suspensión (el 3 de julio), impidiendo la imposición de cuotas compensatorias en contra de México, que hubieran oscilado entre 40.48 por ciento y 42.14 por ciento por la investigación de dumping y 5.78 por ciento a 43.93 por ciento por la de subsidios. Es decir, nos hubiera salido más caro no firmar.

Con estos nuevos acuerdos se modificaron los términos del pacto anterior, suscrito en diciembre de 2014, lo que deja sin efectos las revisiones administrativas previamente iniciadas. El resultado fue que el cupo máximo de exportaciones de azúcar de refinada será de 30 por ciento por ciclo y no de 53 por ciento, como era antes. También se reduce el pará-

metro para determinar si el azúcar es de refino o cruda a 99.2 por ciento de pureza del 99.4% anterior.

A pesar de que el acuerdo dio a México carácter preferencial para cubrir las necesidades adicionales de azúcar de Estados Unidos, con el parámetro anterior el producto mexicano podría llegar directamente a los consumidores intermedios como la industria de ingredientes de alimentos y bebidas, donde el azúcar tiene mayor precio y ahora son forzados a enviar la mayor parte de sus exportaciones a las refinadoras, perdiendo valor de mercado y colocando a México como exportador de materias primas y no de productos agroindustriales.

Lección 4. Considera la foto completa

Nuestro principal socio comercial es Estados Unidos con quien se intercambia poco más del 70% del comercio total. Este viernes se reanudaron las renegociaciones del TLCAN, el tema agroindustrial cobra importancia, constituye una pieza clave en la integración de cadenas productivas por su interacción con otros sectores proveedores de insumos y distribuidores de productos terminados como el transporte o el comercio. Además, es generador de empleos directos e indirectos, que son detonantes del crecimiento del mercado interno.

De acuerdo con cifras de Inegi, el sector agroindustrial (que creció 3.1 por ciento durante 2016 y representó el 26 por ciento del total de las industrias manufactureras) emplea en promedio a dos de cada diez personas en dicha industria. Que haya crecido es una buena noticia para todos. Por otro lado, de acuerdo con el Banco de México, entre el 2012 y 2016, las exportaciones agroindustriales aumentaron en 20 por ciento y las importaciones disminuyeron en 1.8 por ciento. Este crecimiento es explicado en buena medida por el TLCAN.

Hoy México es el séptimo productor más importante de azúcar con una producción promedio anual de 5.7 millones de toneladas. Quizá ésta fue la salida que encontramos ahora, pero falta preguntarse si queremos seguir siendo exportadores de materias primas o de productos con valor agregado.

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