¿Qué no aprendiste nada del caso Vergara? Por Felipe Soto Viterbo • Ilustración de Cristina Valera
Abrir una boutique de bikinis en el campamento base del Everest alcanza apenas el segundo lugar en el listado de los peores negocios del mundo (situación tan absurda que nadie lo ha intentado, creo…). El primer lugar es indisputable: ser la parte perdedora en un divorcio (algo tan común que no sé por qué los contratos prenupciales no son igual de obligatorios que los análisis clínicos para ver si no resulta que son primos).
Es cierto que es estadísticamente posible que no te vaya a ir tan mal: sí existen los divorcios que, como ciertos tumores, son benignos. Pero es un decir. Esa benignidad es como la inocuidad de un secuestro exprés o la tranquilidad que brinda ser auditado por el SAT. Por ejemplo, un divorcio benigno es cuando únicamente te rompen el corazón y entonces quieres morirte durante algunas semanas. Okey, a veces meses. Bueno, de repente un par de años. Pero sobrevives, vamos. La vida continúa.
¡Ah!, pero qué tal cuando te quitan la casa (¡y tus discos!), te prohíben ver a tus hijos y a tus perros… y encima tienes que seguir manteniendo a la persona que (no lo olvidemos) te rompió el corazón. Bonito cuadro clínico. Y falta todavía mencionar un elemento más, para que esta tortura entre definitivamente al catálogo del Museo de la Inquisición: eran socios en el mismo negocio.
La primera pregunta que llega a la mente en esos momentos es: ¿Qué hice yo para merecer esto? Pues bien, primer error: te casaste… Estadísticas del Inegi señalan que el cien por ciento de los casos de divorcio ocurren en personas que se casaron antes.
Segundo error: haber creído en el “juntos para siempre, en las buenas y las malas, la salud y la enfermedad”… a pesar de que el mismo Inegi dice que en México uno de cada cinco matrimonios acaba en divorcio.
Tercer error: que les haya parecido súper romántico asociarse e ignorar que era una situación de alto riesgo y cada vez más: entre el año 2000 y 2015, el número de divorcios aumentó en un 136 por ciento. Cuarto error: no tener un buen abogado.
Si aún no te casas, no estaría mal firmar un convenio prenupcial. Si ya te ‘matrimoniaste’, piensa en llevar las cosas en paz y evita divorciarte a toda costa. Si ya te estás divorciando, te urge un buen despacho; más vale pagarles a ellos por un acuerdo favorable que ahorcarte de por vida.
Si ya te divorciaste y te tocó las de perder, aprende de la experiencia y no te cases de nuevo, ¡por lo que más quieras! Por otro lado, si te tocó ser la parte ganadora del divorcio, no seas así… al menos devuélvele el PlayStation.