Esta información puede ser usada no sólo para fiscalizar mejor.
Hace muchos años era más tentador para los contribuyentes no cumplir con sus obligaciones tributarias. La percepción de riesgo no era tan alta como en la actualidad, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) no contaba con tanta información como ahora, que tiene un océano de datos de los ciudadanos a su disposición. Esto último es posible gracias a la migración a nuevas tecnologías, como el cómputo en la nube y la introducción, paulatina pero irrefrenable, de la factura electrónica en nuestro país.
Con estas tecnologías, el SAT puede hacer uso del big data, o macrodatos; es decir, el almacenamiento, transferencia y análisis de un gran volumen de información. El SAT obtiene esta informacióm de fuentes como las instituciones financieras (que están obligadas a reportar cuentas de más de 15,000 pesos) y hasta autoridades fiscales extranjeras, como la de Estados Unidos, que año con año envía al SAT la información de residentes fiscales de México con cuentas en Estados Unidos.
Concediendo que ajustarse a los cambios va a significar costos no desdeñables para las empresas, dada la existencia de una curva de aprendizaje pronunciada, de estos datos pueden aprenderse cosas de una gran importancia y especificidad. En entrevista para El Contribuyente, Edgardo Martínez, director comercial de Gosocket México, dijo que si el gobierno así lo dispusiera “podría conocer algo tan específico como cuántas rosas rojas se vendieron en Ixtapan de la Sal entre las dos y las tres de la tarde de un día en concreto”.
El conocimiento de esta información puede ser usado no sólo para fiscalizar mejor, sino también para combatir el crimen organizado y el lavado de dinero.
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