Para poder servirse de muchos servicios de cómputo, basta con tener una conexión a internet.
Hace años, quienquiera que quisiera usar un programa tan básico como un procesador de textos, necesariamente tenía que comprar un software como Word e instalarlo en su computadora. Hoy en día es muy sencillo tener acceso a otras opciones, como Google Docs, sin necesidad de instalar un programa en tu computadora y, no menos importante, muchas veces sin necesidad de pagar un peso. No sólo eso. Hoy en día también tenemos un acceso inusitado a nuestros archivos. Podemos trabajar el mismo documento desde distintos dispositivos sin necesidad de enviar una copia por correo electrónico, una memoria USB o un CD. El reporte que estabas escribiendo en el trabajo, por ejemplo, puedes continuarlo en el autobús de regreso a casa desde tu smartphone o tablet.
Con la nube los usuarios no necesitan que sus programas e información estén almacenados de manera local en la memoria de sus computadoras.
Todo esto es gracias al cloud computing, o computación en la nube, un paradigma de servicios computacionales que reduce la cantidad de requisitos de hardware local de los usuarios. Si antes el procesador de textos estaba instalado en la memoria de tu computadora, hoy en día está almacenado en los servidores de Google, a los que tienes acceso por internet. Es decir, con la nube los usuarios no necesitan que sus programas e información estén almacenados de manera local en la memoria de sus computadoras, basta con que tengan una conexión a la red para que accedan a estos. Por supuesto esto no sólo tiene repercusiones a nivel de los consumidores, también las tiene en las empresas.
Las compañías han hecho uso de la nube gracias al modelo as a service, en el que se da cada vez menos énfasis a los modos tradicionales de hacer negocio, donde la compra se concretaba ordinariamente mediante la adquisición de un producto. En la actualidad, dijo el ingeniero de IBM John Easton en una TED Talk, la gente quiere cada vez menos poseer los servicios, les basta con consumirlos, como un servicio, como pasa con los negocios de streaming como Netflix o Spotify, con los que la gente ha dejado de adquirir álbumes y películas. Esto reduce costos para las empresas, pues al sólo tener que contratar un servicio pueden prescindir de tener un equipo de redes y soporte técnico, servidores y reduce su gasto en energía eléctrica considerablemente.
Suscríbete al newsletter aquí.