el Contribuyente

¿Qué es una “smart city”?

No se trata de un invento de ciencia ficción, sino de una realidad cada vez más palpable y cotidiana.

 

Podrías pensar en una smart city como una posibilidad reservada para el futuro lejano, algo más cercano a la ciencia ficción que una realidad práctica en la que tanto gobiernos como empresas invierten miles de millones de dólares cada año. La realidad es que las smart cities son una realidad cada vez más palpable. Lo más seguro es que la ciudad en la que vives, año con año implementa nuevas soluciones tecnológicas que impactarán tu calidad de vida.

Una smart city es una ciudad que ofrece servicios públicos más sofisticados y eficientes que los tradicionales, mediante la aplicación de las nuevas tecnologías. En esto, el internet de las cosas es fundamental. Éste se refiere a la introducción de sensores y chips en los objetos físicos que usamos todos los días. Estos se encargan de recopilar y transmitir información valiosa que ayuda a la mejora de los bienes y servicios que consumimos día con día. La aplicación de estas tecnologías a gran escala, como en una ciudad, permitirá mejorar significativamente los servicios públicos al monitorear en tiempo real información importante como tendencias de uso y fallos. 

Según un reportaje de CNBC, Singapur, la ciudad-estado que es quizás la más avanzada del mundo en esta materia, lanzó su programa de mejoras tecnológicas para la ciudad en 2014. Algunos de sus desarrollos son la colocación de cámaras que les permiten monitorear la densidad de las multitudes de personas y el movimiento del tráfico en las calles. Estas podrían ayudar al gobierno a predecir cómo se comportaría la multitud en caso de un ataque terrorista, o cómo se diseminaría una enfermedad infecciosa.

Por su parte, Barcelona podría ahorrar miles de millones de dólares en electricidad gracias a una tecnología que adapta el alumbrado público a las circunstancias: atenúa la iluminación cuando no hay actividad y la acentúa cuando detecte movimiento. En California, Estados Unidos, donde a lo largo de los años las sequías han sido un problema constante, se ha usado el internet de las cosas para recopilar información sobre el uso del agua e identificar fugas y otras fuentes de desperdicio: se logró reducir el consumo de agua en más de 20%.

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