La “ley fintech” se requiere ¡ya!
Nuestro columnista Antonio Flores Aldama revisa la importancia de esta ley tan esperada.
En las últimas semanas se ha escuchado hablar de una ley para las “fintech”, las empresas que nacen al resolver una necesidad en el sector financiero. Uno en el que el rezago tecnológico y la falta de productos inteligentes por parte de las instituciones bancarias se hacen cada vez más evidentes. De este modo, empresas como Bankaool, Kubo Financiero, Kuspit y Clip, entre otras, han encontrado una buena acogida en la sociedad mexicana, ayudándonos a sacarle el máximo provecho a nuestro dinero y a generar una captación más eficiente de nuestras cobranzas.
¿Cómo operan las fintech?
La manera en la que nacen no es un secreto, nacen igual que cualquier otra empresa. A un emprendedor se le ocurre una idea y la pone en práctica… Y es en este punto donde las consideraciones por parte de los encargados de la “ley fintech” pueden o no frenar el desarrollo de estas buenas ideas.
Primero que nada, como cualquier gran idea, se requiere de capital. Las formas de conseguir dinero para poder echar a andar la empresa o startup pueden ser desde pedir un préstamo, ser hijo de un hotelero muy acaudalado –al que no le importen unos cuantos millones– o usar nuevas fuentes de fondeo, como el crowdfunding (fondeo colectivo). En este punto, la ley fintech busca acabar con el lavado de dinero, pues varias de estas empresas podrían estar usando dinero de dudosa procedencia para financiar sus operaciones.
Aquí las fintech requieren de poder recibir dinero del que se demuestre su procedencia; que se paguen los impuestos correspondientes pero que, adicionalmente, puedan hacerse acreedoras de estímulos fiscales para los siguientes meses de operación. Porque la necesidad del dinero es generar una aceleración en el crecimiento de las mismas.
Después del inicio
El segundo punto importante es que –ya que están operando– algunas de estas empresas reciben dinero y pagan dinero, descontando un pago por los servicios de uso de su plataforma digital. Al hecho de recibir y pagar dinero se le conoce como transmisión de dinero; esta actividad estaba destinada sólo para instituciones financieras. Sin embargo, en el momento que nace la primera empresa fuera del sistema financiero que permite realizar cobros por medio de dispositivos móviles, el sistema financiero entra en un conflicto que nos lleva al tercer punto y quizás el mas importante. Uno que tal vez no muchos tomen en consideración por estar pensando en lavado de dinero.
En este segundo punto, se requiere que los encargados de la ley fintech encuentren cómo economizar el ciclo del manejo del dinero y que existan incentivos en esta cadena de cobro para fomentar el crecimiento de las utilidades en estas empresas.
Lo más importante
El tercer y más importante de los puntos a considerar es el manejo del dinero. Las empresas fintech que, dependiendo de su modelo de negocios, reciben dinero a nombre de una persona y deben pagarlo a la misma persona tal cual lo reciben (menos los respectivos descuentos por el uso de las herramientas que la empresa fintech pone a su disposición). Actualmente las empresas reciben dinero y lo almacenan en una cuenta colectiva, propiedad de la empresa fintech.
Una vez que el dinero está cobrado, sólo las empresas fintech saben de quién es y a quién se le paga. Y este es el punto de especial atención que la autoridad debería vigilar. Las empresas que están fuera del sector financiero y que no están siendo reguladas, pueden ser susceptibles de fraudes por parte de los accionistas. El dinero cobrado por estas empresas, sin protecciones como las del IPAB, podrían dejar sin cobranza un día a algunos de los usuarios.
El caso más práctico es una bancarrota. Imaginemos que en una empresa como Clip o Sr. Pago, que se dedican al manejo de cobranzas electrónicas, de pronto sus gastos superan a la cobranza recibida de los clientes y no cuentan con una cobertura o fondo de reserva que les permita hacer frente a sus operaciones día a día. En este momento, la empresa no podrá realizar los pagos a sus usuarios, porque tal vez utilice dinero que es de los clientes para fondear su operación.
Otro ejemplo podría ser una defraudación masiva por controles pobres para conocer los perfiles de los usuarios que usarán estas plataformas. Imaginemos que un día el banco recibe aclaraciones masivas que superan al total de las reservas o el cobro de los usuarios; tal vez el banco deba asegurar la cuenta como medida para saldar los reclamos de los tarjetahabientes.
Mucho ojo
Fraudes ha habido muchos, si ocurre con sofipos (sociedad financiera popular), ¿por qué no habría de ocurrir con una empresa que no está siendo regulada? En este punto en particular, los encargados de la ley fintech deben poner especial atención en que las empresas que reciban dinero, tengan una licencia para operar como banco o que estén obligadas a depositar el dinero cobrado en cuentas a nombre de las personas inmediatamente, con la finalidad de salvaguardar el patrimonio de éstas.
En conclusión: sí se requiere de una ley fintech. El reloj está contando los minutos para que algo pase, pero no sólo por el lavado de dinero, sino para proteger a un ecosistema en expansión que pudiera ser vulnerado por la oportunidad que en su concepción de emprendimiento conlleva.
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